La sociedad moderna occidental ha visto el desarrollo de un tipo de vandalismo que por ser en apariencia inofensivo ha venido tolerando desde hace años. La sociedad civilizada ha visto con mirada apática un comportamiento que a lo sumo considera tonto y estéticamente molesto, pero no lo ha percibido como una seria amenaza para el desarrollo de los valores que pretende defender. Esta indiferencia parece asociada al hecho de que se trata de un fenómeno pasajero del cual el tiempo, actuando sobre el desarrollo de sus actores así como directamente sobre sus obras, se encargará de resolver. La estupidez es siempre brutal. El graffiti está en todas partes; en los postes de luz, en los buzones de correo, en las vallas de las autopistas, en las paredes, en los monumentos públicos. En forma de grandes y voluptuosas letras y en pequeñas y tímidas firmas ilegibles. Esta brutalidad es masiva y perseverante en su acción. Hoy se limpia una pintada y a los pocos días aparece otra vez. La violencia y magnitud del vandalismo es tal que resulta difícil admitir que sean pocos los involucrados. Se trata de un numeroso grupo de torpes jóvenes hombres consumidos por la tiranía de sus hormonas. En realidad esta estupidez no es en sí una condición patológica del vándalo que la ejerce, es más bien el reflejo de una forma de ver la vida y de querer perpetuarse a través de las señales con las que ensucian los espacios y la propiedad pública. Sospecho que en la medida que toda la basura tecnológica vaya ganando campo en la vida de los jóvenes, este tipo de comportamiento irá en aumento. Este vandalismo está pobremente penalizado por la mayoría de los códigos penales. A lo sumo se imponen multas que no son proporcionales al daño causado. Sospecho que el motivo de esto es la juventud de sus ejecutores. Si se tratase de hombres y mujeres adultas, las penalidades serían mucho mayores. Aquí, como en muchos casos de vandalismo juvenil, la persona se esconde detrás de la coraza de su juventud sin que esto sea en realidad una excusa para su comportamiento. La estupidez tratará de destruir lo que a generaciones enteras les ha costado años de esfuerzo, sacrificio y momentos de inspiración.En cuanto a su combate, este nunca debe ser a través de ningún tipo de negociación. No se debe procurar negociar con la estupidez porque su propia condición se lo impide. La única forma de lidiar con ella es a través del orden público.
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