Nuevamente han aparecido pintarrajeados que van ensuciando las paredes de muchos vecinos de Cochabamba que, impotentes, ven cómo los muros de sus viviendas son aprovechados para lanzar distintos tipos de mensajes ofensivos.
Hasta hace no muchos años, Cochabamba mostró una cara especial de esta actividad al difundirse una mezcla de obras pictóricas con “graffiti”. Era normal descubrir importantes espacios de muros con complejas pinturas, acompañadas de poéticas leyendas, y este tipo de arte moderno fue conquistando el aprecio ciudadano y, ni qué decir, del propietario del inmueble utilizado.
Pero, una cosa es aportar al arte en la calle con creaciones reflexionadas y destinadas, además, a embellecer el medio ambiente, y otra son las pintas de groseros insultos que se van escribiendo en cada vez más espacios. Se trata de ofensas que, por lo demás, dan cuenta del estado de deterioro en que se encuentra el diálogo ciudadano en el país, caracterizado, particularmente en la actualidad, por la búsqueda permanente de confrontación.
Como hemos señalado en reiteradas oportunidades, la desconfianza, la falta de respeto al espacio común, la crisis de la familia y del sistema educativo, son, entre otras, las causas probables de este deterioro ambiental y cívico.
Ante esa situación, ojalá que las autoridades municipales puedan evitar que las paredes y muros de nuestra ciudad sirvan para insultar y maltratar al prójimo. Y una forma de hacerlo sería incentivar, en espacios bien ubicados en diferentes zonas de la ciudad, a que la imaginación y la creatividad pueda traducirse, nuevamente, en artísticos murales que alegran la rutina ciudadana.
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